“El cambio soy yo. Las soluciones al cambio climático las tengo en mi parcela”. Este es el lema de la comunidad de campesinos de ‘La Labranza’, en la que 40 vecinos trabajan desde 2007 en un modelo de producción de semillas criollas, libres de transgénicos, y ecológicas. Su proyecto se denomina 'Campesino a Campesino'.
Niñas de la comunidad |
La comunidad pertenece al término de Palacagüina y, aunque se vio afectada por los efectos del huracán tropical Mateo, trabaja duro para desarrollarse. Cree en sus potenciales, en las posibilidades que ofrece un desarrollo agrícola respetuoso con su entorno más preciado: el medio ambiente.
En sus suelos no caben productos químicos que aceleren el crecimiento de sus cultivos y la comunidad, consciente de la necesidad de proteger sus semillas autóctonas (las criollas), rechaza cualquier clase de granos “forasteros”, sobre todo los transgénicos.
Las semillas de la comunidad, de alto valor ecológico, se conservan a través de un banco de granos, que les permite disponer de numerosas variedades sin necesidad de depender de las materias primas del exterior.
Logo 'Campesino a Campesino' |
Se trata, sin duda, de una comunidad modelo, consciente de las necesidades de combatir los efectos de la erosión de sus suelos de manera natural y con una concienciación sobre su terreno que me sorprende. ‘La Labranza’ está localizada en una comunidad de interior, alejada de la civilización, pero aplica medidas agroecológicas de primer nivel gracias al apoyo de la organización alemana ‘Humboldt’.
Tenemos el privilegio de pasear por sus cultivos y charlar con los campesinos, quienes son conscientes de la riqueza ambiental que fomentan y nos explican con detalle los prejuicios que conlleva el uso de semillas transgécicas. Así, relatan que estas semillas no producen otros granos fértiles tras la cosecha, lo que obliga al agricultor a “hipotecarse” para comprar en cada nueva campaña más semillas.
Saben además que las semillas “multinacionales” no están preparadas para el clima de la zona, necesitan grandes cantidades de elementos químicos y fertilizantes para asegurar su crecimiento y soportar los efectos de las plagas y otros agentes. Cuentan además (lo que más me sorprendió), que los transgénicos forman parte de la economía de mercado, están en manos de grandes multinacionales que controlan su producción.
Por el camino, nos recibe Rosento, un agricultor sexagenario que nos enseña con orgullo su cultivo ecológico y nos canta, guitarra en mano, la canción que ha escrito a su huerto.
“La parcela que yo tengo, tiene buena protección. Tiene curvas de nivel, barreras vivas también. Para conservar la tierra hay que hacer conservación. Mi tierra tiene árboles frutales que protege mi maíz”. Estas son algunas de las estrofas que nos canta Rosendo, el nicaragüense, mientras permanecemos todos boquiabiertos contemplando el cariño con el que trata su tierrita.
Rosendo canta a sus cultivos |
Observo el amor que muestra Rosendo a sus cultivos y me siento orgulloso de charlar con él. Es un hombre campechano que habla emocionado de España, tiene un par de sobrinas que viven allá, y quiere saber cómo se vive en Europa.
SISTEMA DE PRODUCCIÓN AGRÍCOLA
Durante el camino, Doña Carmen, una campesina del lugar que lidera el movimiento asociativo de ‘La Labranza’, nos muestra la diversidad agrícola que existen en sus laderas, a través de un sistema de producción diversificado en el que tienen cabida el frijol, maiz, maracullá, mango y pera, entre otros. Esta diversidad usca disminuir los efectos perniciosos que tiene para la tierra el monocultivo, extendido en otras zonas de Nicaragua.
Además, todos los cultivos están protegidos de plagas y los efectos de la erosión, muy fuertes por la inclinación del terreno, a base de plantaciones de caña de azucar, plátanos, zacate valeriana y zacate taiwan.
Detalle de un árbol de la comunidad |
El trabajo en comunidad permite a ‘La Labranza’ mantener su producción, que va más allá de los beneficios de la semilla y representa su seña de identidad. Comentan satisfechos que el “mejor logro” ha sido una organización de familias y “una lucha real contra el cambio climático”.
A esto, se une la introducción de trabajos conjuntos para la conservación del agua y el suelo, basados en medidas de higiene que han retirado de los patios y parcelas plásticos, botellas y otros desechos. En los patios también se han diversificad con la introducción de aves de corral, parras y cítricos.
Nuestra visita concluye con una rica comida ecológica que nos preparan los miembros de ‘La Labranza’ y nuevas canciones en la que plasman su amor por su comunidad y su conciencia ambiental.
“El cambio soy yo”, este es el lema que portan los campesinos en sus camisetas y el lema que no paro de recordar en mi mente. Me llevo una hermosa lección de vida, me llevo conmigo parte de ‘La Labranza’.